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miércoles, 5 de diciembre de 2012

LA ISLA DE TAQUILE


Una de las experiencias de  viajes más impactantes en el Perú es sin duda alguna navegar el Lago Titicaca. Salir desde el embarcadero de Puno y recorrer el tramo que separa hasta las famosas islas flotantes de los Uros, no hace presagiar lo que en pocos momentos  nuestros ojos admirarán. La inmensidad de un lago de más de 8 mil km2, cuyas aguas cambian de color conforme pasan las horas; verde esmeralda, azul y plata.
Hace 25 años el viaje a una de sus islas, Taquile, duraba más de 4 horas y quedarse ahí era poco frecuente. Hoy trasladándonos en embarcaciones rápidas el trayecto dura en promedio una hora y media y aún en embarcaciones normales, el tiempo de viaje se ha reducido a 3 horas. Permanecer unos días en esta comunidad nos permiten gozar de experiencias sin par con sus habitantes, de una comida sana, de deportes naúticos, de experiencias místicas y por qué no, de espectaculares amaneceres.
La Isla de Taquile tiene una superficie de 12 km2, a una altura entre los 3810 y 4100 metros y está a 45 kilómetros de Puno y sus pobladores son orgullosos descendientes de las culturas Tiahuanacota e Inca. Hablan el quechua y también el castellano.

La organización social es muy sólida y tiene sus orígenes en el ancestral ayllu y son reconocidas sus habilidades y conocimientos textiles, en donde expresa su vida y sus costumbres. Cada quien en la comunidad tiene su especialización. Las mujeres tejen fajas, mantas coloridas y bolsitas para llevar hojas de coca mientras que los hombres confeccionan pantalones, chalecos, chompas, chalinas y chullos y hasta los niños a muy tierna edad empiezan a hilar y a preparar la lana. Las mujeres usan un telar llamado “pampa awana” o telar de suelo en tanto los hombres, otro llamado “bayeta awana” o telar a pedales.

Otra de las actividades de la comunidad es el turismo cuyos servicios son ofrecidos en forma rotaria por todas las familias que se han registrado ante la comunidad. Ofrecen desde el transporte, hospedaje en sus propios hogares, alimentación, guiado, ceremonias místicas y el compartir sus vivencias diarias.
Cabe destacar un aspecto importante en la vida de los habitantes de Taquile; no hay policía y hay un sistema de autogobierno donde el alcalde es el representante del  Estado y un Jefe de la Comunidad, con igual o mayor peso que aquel y que representa a los jefes de las casi 500 familias que viven en la isla. Sus aproximadamente 2500 habitantes viven distribuidos en toda la isla y usan el pueblo para fines comerciales, religiosos y políticos. Las tierras de cultivo son escasas y usan los andenes para aprovechar al máximo el poco suelo fértil y el uso de agua es asignado a cada uno de los comuneros y este derecho les genera obligaciones realizar labores conjuntas en provecho de todos como por ejemplo limpieza de los canales de regadío o mantenimiento del embarcadero.
Taquile nos sorprende también pues la vestimenta diferencia a los miembros de su comunidad. Las autoridades usan casacas negras y sombreros de estilo europeo mientras que los jefes de familia usan poncho plomo, chullos con orejeras  y chalina roja en tanto el estado civil se puede distinguir en el tipo de chullo usado (una persona soltera usa uno con punta blanca) o en el tipo de faja o “chumpi”. Estas fajas son elaboradas por los hombres casados y registran la historia de las familias, a ellas se les llaman “fajas calendario” y otras llamadas “calendario” y se usan para cada mes del año.
Otro dato importante es que solo las mujeres escriben los ideogramas llamados “pallays” en donde cuentan las historias y acontecimientos de la comunidad. Los taquileños son en su mayoría católicos pero conservan sus costumbres, las que se fusionan en forma sincrética.
Llegar a Taquile, hará unos 25 años no solo demoraba más tiempo sino que desde la llegada nuestro estado físico era puesto a prueba, pues se tenía que subir por una escalera de piedra con más de 530 escalones . Hoy la comunidad ha construido un acceso “más amigable” pero que no nos hace olvidar la altitud en que estamos. Sin embargo en la bajada, sí no nos salvamos de la escalera de piedra. Nuestras rodillas y los músculos de las piernas se acordarán de ellos en la noche, no lo dude.

Visitar Taquile es una experiencia maravillosa. Claro está que no es la única. La Isla de Amantani, las islas flotantes de Los Uros, la comunidad de Llachón en la península de Capachica, la Isla de Ticonata, Ccotos, la península de Chucuito, la Isla de Anapia, Paramis y tantos otros lugares nos ofrecen un sinfín de posibilidades. Como ven amigos lectores, el lago Titicaca es un destino imperdible, no solo de paso sino que es un destino en sí que amerita una estadía de al menos una semana¡¡
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